“Como
escribe Fernando Balcells, los artistas
de Avanzada rechazaban el arte de mensaje inmediato: “las obras de mensaje
inmediato, en las que se representaban escenas de dolor, de violencia y
muerte…tienen en común con los mensajes socialmente dominantes (de la
publicidad, por ejemplo) un carácter lineal, unívoco y autoritario. Son obras
que no dejan lugar a la actividad reflexiva del espectador, que no le suscitan
problemas ni posibilidades de diálogo. (…) Según Altamirano, los artistas
identificaron la pintura (y el arte tradicional podríamos agregar) como enemigo
simbólico que conllevaba en sí el Orden autoritario.”
Robert
Neustadt. CADA Día: La Creación de un Arte Social.
“(…) En sus
entrevistas, Bacon no para de decir que no hay más que dos peligros de la
pintura, la ilustración y, peor aún, la narración. Y no se trata de una idea
original, pues me parece que ha sido siempre la idea de todos los pintores. Un
crítico de pintura muy grande, Baudelaire, ya hablaba de esos dos peligros:
ilustración y narración. Y lo que en general llamamos la figuración es el
concepto común que agrupa estas dos cosas. (…) la lucha contra el cliché es la
lucha contra toda referencia narrativa y figurativa. Un cuadro no tiene nada
que figurar y nada que contar. Es la base. Si quieren contar algo, es preciso
adoptar otras disciplinas, disciplinas narrativas. Un cuadro no tiene nada que
hacer con un relato, no es un relato.”
Gilles
Deleuze. Del Cliché al hecho pictórico. (7 de abril de 1981)
“¿Entonces,
cual es la función del arte político hoy en día? En el pasado, este término genérico
servía para calificar un tipo de arte no modernista que, a pesar de su voluntad
activista, operaba dentro de los códigos tradicionales de presentación pasiva de
la obra del artista ante el público (un ejemplo es el realismo social en sus
múltiples manifestaciones). Este arte "presentacional" contrasta con
los modelos antedichos de arte político trasgresor y de resistencia que
pretenden respectivamente transformar y contestar los sistemas de producción y
de circulación dados. El primero raramente cuestiona su propia teoría o desafía
la plausibilidad de sus representaciones. En sus formas social‑realistas
y, a menudo, también en las de agitación política, toma la idea de clase casi
de un modo ontológico. Esto es así porque en tanto arte de protesta se sustenta
en una oposición entre dos intereses o clases, como los burgueses y los trabajadores
cuyas formas de enunciado respetan las divisiones institucionales de la sociedad,
los "espacios" dados. Tanto las formas transgresoras como las de
resistencia, justamente pretenden intervenir en tales espacios, sean estos
culturales o de otro tipo. Piénsese, en el caso del arte de trasgresión, en los
programas productivistas de los años 20 y, en el caso del arte de resistencia,
en la estética situacionista de los 60 o las estrategias textuales de los 80.
El modelo
"presentacional” de arte político, sin embargo, puede ser aún válido para
la expresión orgánica de ciertos grupos sociales específicos, cuando existe una
colectividad política auténtica que representar. Por supuesto, este modelo aún
aparece en el debate artístico contemporáneo. Pero, desplazado y sin base en
este ámbito, se le trata a menudo de un modo fetichista, como si se echara de
menos el poder perdido de la imagen, o irónicamente, como si tal modo de
representación no fuera sino la encarnación de la ingenuidad o la futilidad
histórica. Obligado a mostrar ostentoriamente su desventurada reducción a lo
gestual y al cliché, este arte político se hace paródico e, incluso, sumiso”.
Hal Foster.
Recodificaciones: hacia una noción de lo político en el arte contemporáneo.
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